domingo, 9 de mayo de 2010

El lado oscuro del corazón


Porque mi vida es así

nostalgias o recuerdos.

Pero de un tiempo a esta parte

las sonrisas se me pegan como dos pestañas

como los dientes que me recuerdan a ti.

Los rostros de esas felicidades

me hacen feliz

y mientras soy feliz te estoy pensando.

Te estoy pensando

en esta felicidad que está llegando

con tu distancia lejana

con mis poemas inconclusos

con mi belleza de cercanía.

domingo, 21 de marzo de 2010

¿Sabes lo afortunados que somos al habernos encontrado?

Sólo mira ese espejo y observa
…silueta… colores…silueta…
luz
( ojo cerrado )

Sólo mira al espejo y observa
los dolores de hueso
la verdad incisiva
violenta tus verdades…estalla tus mentiras…
violento las verdades
(hoy es mentira)

El silencio que no llega
o las palabras que perturban
más allá que tu presencia
…brazos abiertos… sonrisa mentirosa
violentadas verdades

Estoy mirándote como la ceja ensangrentada
como el dolor que causó esta cicatriz
como esta locura que me absorbe
me mastica me escupe
y el hilo de baba que se alarga...
agrietándolo todo
completamente todo
todo lo que perturba

¿Sabes lo afortunados que somos al habernos encontrado?

sábado, 9 de enero de 2010

Un adiós

Un adiós

Él tenía las manos muy varoniles le habían dicho las mujeres con las que se acostaba y siempre tenía la misma sensación de vacío al oír esa frase. No sabía si esperaba que le digan algo diferente, pero todas quedaban absortas mirando sus manos y esa frase había llegado a sus oídos acompañada de una sonrisa femenina de unos ojos expresivos que confirmaban la certeza de lo que afirmaban.

Estaba tirado en esa cama con el brazo adormecido pero incapaz de despertar o siquiera interrumpir el sueño de esa mujer que lo había acercado a una noche feliz que para él en aquellos tiempos, era sinónimo de una noche sexual. Estaba despierto y las luces de la mañana indicaban que ella ya estaría por irse y sentía una sensación extraña porque ella no le había dicho nada de sus manos varoniles o su sinónimo me gusta cuando me tocas. Se fue en una hora sin ducharse, con una parca sonrisa, con un portazo y la frase que todas habían dicho en ella quedó ausente.

Pasó toda la semana volviendo al bar y no la encontró. Sabía que quería verla y recordaba sonriendo la única noche que había tocado su espalda, sus cabellos largos negros, recordaba todo con tal claridad que casi estaba seguro había mezclado fantasías con la verdad de esa noche. Ella fue la única mujer que no le había dicho la frase y eso para él había sido suficiente para recordarla durante largas noches hasta que llegó esa mujer que le aplacaría las ansias sexuales durante meses, largos para él y cortos para ella. Cuando fue dándose cuenta que la espalda de sus sueños y la larga cabellera negra no eran sino más que un muy tenue parecido con las de esa mujer; todo se enfrió, su cariño, sus escasas frases amorosas y sobre todo su presencia. Ahora volvía a su habitación solo, triste y recordando a la mujer que jamás lo había adulado y que por sobre todo lo había ignorado.

Una mañana se decidió, renunció a su empleo, se despidió de su madre, se despidió de su mujer y recogió las maletas listas desde hace un par de años. No tenía el más leve remordimiento, muy por el contrario y aunque sabía que su madre tenía razón al decirle que abandonaba un buen empleo y a una buena mujer. Él sólo pensaba en ir a encontrar a esa mujer que lo había dejado con un portazo frío y con la frase ausente. Necesitaba que ella la diga, sólo ella podía darle sentido, sólo ella podía respaldar con emociones su aletargada vida, sólo ella. No esa mujer que le pedía con los ojos mojados que no la abandonara. Pero, él sólo podía seguir alimentando ese deseo de alejarla de su vida, aunque como le dolía verla sufrir.

Se quedó una última noche en esa habitación, solo, como siempre o como nunca. Esa soledad que siempre buscó no había sido precisamente la que había tenido. Una última noche con él y esos pocos recuerdos, unos vasos de vino y una necesidad de abrir la puerta y encontrarse con alguien que lo ayude a levantarse de esa esquina, unas ganas de desabrochar una blusa, no hacerlo por impulso o por costumbre sino porque realmente lo necesitaba. Ahí estaba muy clara la verdad, se iba porque quería una mujer que no le diga la frase o que se la diga con el silencio más pleno como esa mujer que se había ido y que no volvería.